martes, 26 de agosto de 2008

Lo bello en lo clásico

Jeanette Muñoz

Para muchos, la civilización griega simboliza la cúspide artística e intelectual del mundo occidental. La escultura, la pintura, la arquitectura, la poesía y el teatro helénicos se han constituido en figuras paradigmáticas de la imitación de la realidad empírica y la representación alegórica. La naturaleza, escribió el alemán Johann Joachim Wincklemann, fundador de la Historia del Arte, nunca alcanzará el ideal de la perfección; la belleza, por el contrario, sólo puede ser el resultado de una racionalización mediada por la cultura.
En Reflexiones sobre la imitación de las obras griegas en la pintura y en la escultura, recopilación de tres textos de elucidación artística, Wincklemann resucita la utopía de una sociedad que, basada en concepciones estéticas, logró configurar una particular visión de la belleza y la simetría, atribuible a elementos tan disímiles como las costumbres, el paisaje, el clima y la Historia de los antiguos habitantes de Ática.
No es que el arte haya sido inventado por los griegos, explica el estudioso de Brandemburgo, pues, varios siglos antes, los egipcios ya habían dado muestra de su capacidad de representación; sin embargo, la libertad inherente a los atenienses, permitió el desarrollo de un estado de contemplación que los llevó a la creación de obras, cuya belleza, más que sensualidad, se convierte en reflejo de lo etéreo y lo sublime, características que los artistas de cualquier época deberían imitar, so pena de caer en abstracciones ininteligibles y superfluas.

Bibliografía:
Winckelmann, Johann J. Reflexiones sobre la imitación de las obras griegas en la pintura y en la escultura. España, Fondo de Cultura Económica, 2007, 248 pp.

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