domingo, 10 de agosto de 2008

Sobre la vida en los libros

Querida Adriana:

Si algo me molesta de las personas, es el hecho de que deseen pensar por ti; dan por sentadas sus convicciones, sin tomarse la molestia de consultar tu opinión. A casi un mes de distancia, no acabo de entender lo sucedido… ¡qué más da! Culpa mía es por creer a pies juntillas todo lo que me dicen. Nunca fue más clara para mí aquella vieja máxima que dice “en el pecado viene la penitencia”. Claro está que no me arrepiento, yo no hice nada inadecuado y si alguien se equivocó, de cierto te sé decir que no fui yo.
Me causa una enorme repulsa el vivir en este siglo, sé que es motivo de risa, pero en verdad hubiese agradecido ser un personaje de un libro de Austin… sí, me puedes argüir, y con justa razón, que, en más de una ocasión, esa escritora fue calificada de “tonta mariposa atrapa maridos”, pero la verdad es que nunca se casó (gran paradoja), además yo dije que deseo ser uno de sus personajes y no ella misma. ¿A quién, entonces, me refiero?, por su puesto, a Elizabeth Bennet, ¿puedes imaginar vida más feliz y gratificante? Estudios de música, pintura, alemán, francés, latín, historia, geografía, tiempo para la lectura, caminatas por el campo y particular talento para las letras; todo ello, complementado con viajes a Londres y a París, amén de relaciones perfectas.
Todo sería más fácil si viviera dentro de un libro decimonónico o anterior ─voy mejorando, de niña quería ser un personaje de serie animada─, ¡hubiese sido fantástico ser Eponine Tenandier de Víctor Hugo (de hecho me identifico un poco con ella y haber sido Cosette implicaría aceptar ser un tanto estúpida y el asunto aquí es mejorar)!, ¡qué tal Elizabeth Havisham de Dickens!: la loca eternamente enamorada de un hombre que la abandonó en el altar, vestida para siempre de novia con un albo traje bordado de telarañas… Sí, ya sé que por ahora no tengo tiempo para la demencia, debo trabajar y sacar el más cuerdo de mis rostros, para afrontar a mis “alumnos” ─que, por cierto, tienen la habilidad de inducirme al delirio─ y a la monomanía que he forjado por mi Moby Dick personal, tú sabes bien cuál es.
¿Sabes qué sería en verdad divertido? Despertar un día y descubrir que, en lugar de estar en mi cama, me encuentro en el vagón de un tren camino a los Cárpatos: La puerta se abre y… ¿señorita Murray hemos tenido durante la noche noticias del conde?, en ese caso, a ti te hubiese correspondido ser la poco cándida señorita Lucy Westenra y, a decir verdad, no creo que te vaya muy bien el papel, eres demasiado casta para ello.
¿Quién te gustaría ser querida Adriana?, nunca en los viajes emprendidos de la mano de mis novios muertos he encontrado a alguien parecida a ti y eso puede ser explicable por la razón de que tú eres uno de esos seres sencillos a quien el mundo odiaría perder… pero, ahora que lo pienso, tal vez te asemejas un poco a Carlota, la obsesión de Werther, coqueta, un tanto desconsiderada con tus pretendientes… espero que no induzcas a Carlos Daniel al suicidio, aunque a él le falta el encanto, la sensibilidad, la inteligencia y, por su puesto, como un metro de estatura (soy una bruja malvada), para asemejarse al héroe creado por Goethe.
Me gusta imaginar a David como a Dorian Gray (a él le gustaría ser eternamente joven y hermoso), a Cristóbal como el doctor Seward y a mi pequeño Emir siempre le doy un papel en cada una de mis lecturas, aún no sé a quién se parece exactamente, es demasiado complicado y listo: ha sido Ismael, Julián Soren, Sydney Carton, Mr. Hyde, Roberto de la Griva y, por estos días, le he dado la tarea de representar a Miramón, pues estoy leyendo a Fernando del Paso.
Para redondear esta carta y con el fin de recuperar la idea del primer párrafo, diré que hace poco tiempo, pensé encontrar a mi propio Fitzpatrick Darcy ─en algunas traducciones Fitzwilliam─, pero al parecer a él no le pareció tan buena idea quedarse conmigo. A pesar de que lo quiero mucho y lo extraño demasiado, lo mejor es desistir, dejarlo ir, aunque ─si lo he de confesar─ nada me gustaría más que olvidar todo y poder tener la seguridad de que él también desea estar a mi lado.

Con cariño

Jeanette

P.D. Deseo aclarar que Cartas a Adriana, es una sección en la que pretendo abordar toda clase de temas, pero en un tono más impersonal. El que estén dirigidas a mi amiga, no quiere decir que sean sólo para ella, esto lo digo por el comentario que me hizo llegar el buen José Luis Enciso; más bien, Cartas a Adriana trata de emular un poco el estilo epistolar de mis escritores favoritos, ¿me darán la licencia para ello?
Aclaro, también, que esta será la única ocasión en la que abordó un tema tan personal, pues no deseo convertir esto en un diario de chismes ─es más, no creo que le importen a nadie─, es sólo que por esta ocasión no lo pude resistir.

1 comentario:

Mas perfecta que normal dijo...

Me encantoooooooo!!!!!!!

Gracias amiga!!!!!!!!

TE QUIERO MUCHÍSISISISISIMO!!!!!!

Y seguiré tu consejo, no induciré a CD al suicidio!!!! jajaja...