No hay duda, todo tiene una respuesta y una solución. ¿Mal de amores? Consiga un poco de extracto de belladona o limadura de uñas, viértalo en la comida del escurridizo objeto de sus bajas pasiones y, en poco tiempo, el bello o la bella de sus sueños reducirá su voluntad y obedecerá sin recato ni control todas sus indicaciones.
Un enemigo puede ser fácilmente eliminado con un bebedizo de cicuta o con una rimada oración, cuyo poder, proveniente del diablo, acabe con todas las cabezas de ganado, al tiempo que limpie el terreno de estorbos y malas intenciones.
¿Problemas de tráfico? Consiga una escoba de palma y atraviese la ciudad por los aires. El único inconveniente pudiera ser el convencer a sus amigos de que realmente domina estos poco ortodoxos métodos, pero no se angustie si es adjetivado de loco, mucho peor hubiese sido ser acusado de practicarlos durante la edad media, pues el pacto diabólico resultaba tácito y la única manera de salvar su maltrecho espíritu hubiese sido someterse a los nada cristianos procesos del Santo Oficio.
Emilio Ruiz Barrachina, corresponsal de la BBC en Latinoamérica, se pregunta, en un breve y ameno ensayo, las razones por las cuales los grandes sistemas de control ideológico en la Historia ( la Iglesia hace siglos y la economía de mercado en la actualidad) recurren a la creación artificial de brujos y demonios, seres que además de alimentarse de niños y embarazar a virtuosas doncellas, sirvieron y sirven para ocultar los problemas inherentes a todo régimen de control político, cultural y económico.
Bibliografía:
Ruiz Barrachina, Emilio. Brujos, reyes e inquisidores, Barcelona, Bolsillo Zeta, 2008, 240 pp.
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2 comentarios:
me gusto. Cristóbal
Me agarra la bruja me lleva a su casa...
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